A principios del presente año 2017, el Mayordomo de la Venerable Hermandad de María Santísima de la Esperanza de Cuenca, José Manuel Calzada Valero, buen amigo y gran nazareno conquense pero, sobre todo, uno de esos cofrades que, afortunadamente, ha desterrado la palabra “imposible” de su vocabulario, se puso en contacto conmigo para comunicarme que las hermandades marianas de Cuenca tenían la voluntad de regalar a la veneradísima imagen de Nuestra Señora de las Angustias un sudario con motivo de su Coronación Canónica, que tendrá lugar el próximo 6 de mayo, y que habían pensado en mí para hacer el diseño. Como no podría ser de otra forma, fue para mí todo un honor que estas corporaciones contaran conmigo desde el primer momento, así que acepté inmediatamente el encargo, y me puse a trabajar con la voluntad de corresponder a la confianza que estas corporaciones estaban depositando en mí, con un diseño que respondiera plenamente a sus expectativas, y estuviera a la altura de las circunstancias.
Pocas veces, a quienes nos dedicamos al diseño de arte cofrade, se nos presenta una oportunidad tan clara de trabajar en una pieza diferente y fuera de lo común. Estamos acostumbrados a dibujar sayas, mantos, estandartes y otros tipos de objetos textiles que nos resultan usuales, y de los que hay numerosos referentes. En torno a estas obras existe un lenguaje muy desarrollado y ampliamente extendido que, en ocasiones, puede llegar a limitar la creatividad del diseñador. Por eso se agradece poder trabajar sobre piezas como este sudario, que son menos habituales como objeto del diseño cofrade y que, por consiguiente, ofrecen un amplio abanico de posibilidades para crear algo único, distintivo y original. En este caso, además, no existía un precedente a tener en cuenta, ya que todos los sudarios que usa la corporación en su desfile de la tarde-noche del Viernes Santo son bastante sencillos, apenas sí tienen decoración. Es decir, hasta la fecha no se había explotado el potencial estético de este elemento del paso, por lo que había que trabajar no sólo en la ornamentación de la pieza, sino en la propia concepción de la misma, su forma, sus dimensiones, sus características más esenciales.
En cuanto al estilo del conjunto, quizás la única referencia estética a la que podía recurrir, se trata de un estilo un tanto heterogéneo, ya que si bien las andas, realizadas en caoba y plata, presentan un aire muy sobrio y elegante, así como una inspiración claramente renacentista; la cruz sobre la que va a figurar la pieza es un elemento de clarísimo y rotundo barroquismo, que está ejecutada en madera con una abundante decoración de motivos vegetales en pan de oro, y algunos apliques de metal plateado. Por tanto, había que optar por remarcar uno de estos dos estilos: o acercarse más a la claridad de líneas y la rotundidad de formas de las andas, o bien reforzar la silueta agitada y movida de la cruz. Opté por esto último, al entender que el sudario debe ser un complemento estético para la cruz sobre la que se dispone, armonizando con ella y completando el efecto que ésta produce.
El resultado es una pieza más larga y estrecha de las que ha venido usando hasta la fecha la corporación, que debe presentar, una vez colocada, mayor caída de la tela desde los brazos de la cruz, de forma que la sobrecogedora escena que forma la Sagrada Imagen de Nuestra Señora de las Angustias con el Hijo yaciendo en sus brazos quede enmarcada por el sudario. Es decir, éste se concibe como una suerte de escenografía, de telón de fondo que, junto a la cruz, va a disponerse detrás del conjunto escultórico para darle realce. El sudario no tendrá el color blanco que hasta ahora han tenido todos los que han figurado en el paso, sino que estará confeccionado en seda de color crudo o marfil, lo que contribuirá a dotar de una mayor armonía cromática de todo el conjunto, en el que el blanco puro ejerce cierta distorsión, aclarándolo en demasía, sobre todo si tenemos en cuenta que este paso transita por las calles de Cuenca durante las horas centrales del día, casi siempre a pleno sol.
La decoración se concentra en los dos extremos de la pieza, y está concebida como una cenefa piramidal que remata cada una de las caídas del sudario, con una cartela central de la que brotan hacia los lados los motivos vegetales y florales. La cartela está trazada con formas mixtas vegetales y arquitectónicas; presenta varias zonas ajedrezadas o con malla, algo muy usual en los bordados del siglo XVIII, y está rematada por un cornisamento partido, dibujado mediante unos roleos muy estilizados. En la cartela figura el Corazón de María, atravesado por siete puñales que representan los Siete Dolores de María Santísima, sobre el que campea una corona de reina, en alusión a la efeméride con motivo del cual se realiza la pieza, que es la Coronación Canónica de la Sagrada Imagen. A ambos lados de este motivo central se disponen elementos de rocalla, extendidos hasta los extremos de la pieza en ritmo decreciente, de los que brotan unos finos tallos salpicados de flores muy esquemáticas. El trazado de estos tallos y flores, algunas de las cuales presentan también ajedrezados, recuerda al de los típicos bordados nobles de la centuria dieciochesca. Bajo esta composición se aprecia un remate a base de roleos y amplias secciones de ajedrezado, que da paso a un clásico y airoso fleco de camaraña, con el que se remata la pieza por cada uno de sus extremos y que le va a dar a ésta una elegancia y una personalidad muy marcadas. En el resto del sudario la tela respira, se deja ver, y aparece desprovista de decoración, exceptuando seis medallones de estilo rocalla en los que figuran los atributos de la Pasión del Señor, conocidos como Arma Christi, que se disponen longitudinalmente en el centro del sudario, y que dotan a la pieza de un importante contenido simbólico. Finalmente, los bordes de la tela presentan un ribete a base de roleos que se engarzan en una línea quebrada de formas curvas cóncavas y convexas, pensada para dotar al sudario de cierto dinamismo curvilíneo que compense su forma recta y alargada.
En cuanto a la elección del estilo rocalla para la decoración, no se trata de una opción caprichosa, por así decirlo, sino de un acercamiento al que es el lenguaje decorativo predominante del Barroco conquense. Resulta cuanto menos curioso que, estando la rocalla sumamente presente en la decoración de las bellísimas iglesias barrocas de Cuenca, y sobre todo en las que trazara el gran arquitecto de aquella singular época, José Martín “de Aldehuela”, todavía no se hubiera realizado un intento por plasmar en el patrimonio artístico de las hermandades y cofradías conquenses aquella página brillante de la historia artística de la ciudad. Desde mi punto de vista, ya era hora de abordar este acercamiento, y por ello este sudario es la primera pieza que se inspira clara y deliberadamente en el siglo XVIII de la ciudad y su típica ornamentación de rocalla. Lo cual es, por cierto, sumamente pertinente en una pieza que pretende ser única, como la ocasión para la que se ha creado, y en una cofradía cuya vida tiene lugar entre dos de las joyas de ese Barroco conquense, obras del anteriormente citado José Martín: la Iglesia de la Virgen de la Luz, que es la Sede Canónica de la corporación, y la Iglesia del Monasterio de la Concepción Franciscana, el templo desde el que realiza su salida procesional.
La pieza fue ejecutada por Arantxa Pérez Hernando, una joven artista, emprendedora del mundo de la moda, que actualmente ha creado su propio sello de confección: La Costurera Pirata. La pieza se estrenó, como no podría ser de otra forma, en la Solemne Procesión de Alabanzas celebrada tras la Coronación Canónica de la Santísima Virgen, que tuvo lugar el 6 de mayo de 2017, como se recoge en el siguiente reportaje.