Faroles de cruz de guía para la Hermandad del Silencio (Madrid)

En mayo de 2016 la Hermandad del Silencio y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Fe, Nuestro Padre Jesús del Perdón y María Santísima de los Desamparados de Madrid, popularmente conocida como El Silencio, una corporación señera de la Semana Santa capitalina, que pasa por haber sido la impulsora de los primeros desfiles pasionistas de Madrid durante la posguerra, pasó por un proceso electoral tras el que se produjo la entrada de una nueva Junta de Gobierno. Este nuevo equipo se marcó como uno de sus principales objetivos la renovación y el incremento del Patrimonio Artístico de la Hermandad, sobre todo en lo referente al apartado procesional. En este sentido, una de las necesidades más importantes era la ejecución de unos faroles de cruz de guía, ya que la corporación venía desfilando en los últimos años con unos gentilmente prestados por la cercana Hermandad de los Gitanos. Así, los miembros de esta Junta de Gobierno tuvieron a bien concederme el honor y el privilegio de diseñar estas piezas para la que es mi Hermandad, pues pertenezco a ella como hermano desde hace algunos años.

La ejecución de los faroles forma parte de una actuación más amplia y ambiciosa, por la que se pretende dotar al altar de insignias de la corporación de un aire más clásico del que actualmente tiene, precisamente con el fin de recalcar ese papel de nexo entre el pasado y el presente que la Hermandad ha tenido en la Semana Santa de Madrid, a pesar de ser tan joven en términos absolutos (en el año 2015 celebró su 75 aniversario fundacional). De hecho, se prevé estrenar, junto con estos faroles, un nuevo conjunto de varas de presidencia en esta misma línea, que se dejará notar, por ejemplo, en el acabado de las piezas, combinando madera y orfebrería, al modo de las varas y cetros más antiguos. Por tanto, la primera premisa, y la más importante, a la hora de comenzar con el diseño estaba clara: que los faroles fueran elegantes y sobrios, y que se mantuviesen dentro de esa estética clasicista que se quiere imprimir al renovado cortejo de la Cofradía.

Pero hubo una segunda premisa, que tuve muy clara desde que comencé a realizar los primeros bosquejos y apuntes, y que probablemente ha tenido mucho más peso en el aspecto final de este diseño: la de crear una pieza icónica para la Semana Santa de Madrid, una pieza entroncada directamente con el lenguaje estético de la capital. Se trataba, pues, de buscar referentes en el rico entorno artístico que posee una ciudad como Madrid, y levantar un diseño sobre esa inspiración autóctona. Un diseño distintivo, que hiciera referencia a la ciudad que iba a recorrer, a las calles que iba a transitar, que se mimetizara con ellas y encajara en ellas como si siempre hubiera estado allí. Un diseño netamente madrileño, para una corporación sin la que sería imposible entender la actual Semana Santa de Madrid. Para ello busqué en la variada y siempre sugerente arquitectura monumental madrileña, encontrado que en buena parte de sus iglesias y palacios aparecían variaciones de un mismo tipo de farol octogonal, de cierto aire naval, que compartían unos rasgos comunes: amplio desarrollo vertical; una arquitectura similar, a base de caras principales más amplias y caras secundarias más estrechas en las esquinas, todas ellas despejadas y con absoluto predominio del vidrio sobre la ornamentación; remates sencillos, a modo de cúpulas gallonadas; y, por último, una panza airosa, construida con carillas trapezoidales y triangulares también transparentes. Hay muchos ejemplos de este tipo de faroles, pero los más significativos para mí fueron los del pórtico de entrada de la Iglesia de San José, probablemente del siglo XVII-XVIII; los que se aprecian en la fachada lateral del Palacio de Correos situado en Cibeles, ya del siglo XIX; y unos de la misma época que se pueden ver en la entrada de una de las casas nobles situadas en la Calle Mayor, frente a la Plaza de la Villa.

Sobre estos dos pilares se levanta el diseño. Así, se trata de unos faroles octogonales, con esa composición de caras desiguales antes mencionada, teniendo por tanto cuatro caras principales más amplias y cuatro secundarias más estrechas. Los perfiles de las caras son lisos, sencillos, prescindiéndose así de la abigarrada ornamentación repujada que en otras piezas parecidas llega hasta cubrir el mismo cristal. En este caso, los únicos elementos que aparecen sobre los cristales son las cartelas que figuran en el centro de las caras estrechas, en cuyo interior se aprecia la palabra latina “VERITAS”, que es el auténtico lema de la Hermandad, y que también figura en su escudo corporativo.

Sobre este cuerpo se levanta una cornisa sencilla y elegante, formada por una alternancia de molduras curvadas que aparecen ornamentadas y otras lisas que se ven desnudas, lo que producirá una interesante alternancia de brillos. En cualquier caso, los motivos de las partes ornamentadas son muy clásicos: gallones y hojas de acanto. El cornisamento lo remata una decoración a base de medallones ovalados, enmarcados por roleos y hojas de acanto, en los que figura la cruz dominica, enseña tradicional de la corporación desde su fundación, a causa de la estrecha vinculación que ha tenido siempre con la Orden de Predicadores. Entre cada una de estas secciones, en los vértices de las caras, se sitúan unas perillas cuyo trazado recuerda al de elementos similares de las fachadas del barroco madrileño, especialmente en las que trazara el genial arquitecto Pedro de Ribera (1681-1742). Finalmente, el farol se remata mediante una sencilla cúpula gallonada de amplias caras, que se corresponden con las caras del propio farol. Cada una de ellas está cubierta por una decoración trenzada a modo de celosía, muy común en los faroles barrocos. Rematando todo el conjunto, una tradicional corona de hojas de acanto, elemento clásico donde los haya, y siempre elegante en esta función.

En la base de las caras se aprecia una amplia moldura en forma de toro o bocel, muy típica en los faroles madrileños a los que ya me refería anteriormente, que separa el cuerpo y la panza del farol. En este caso, la decoración de esta moldura es una movida alternancia de flores y cartelas con pequeños medallones. Por debajo se aprecia la panza de los faroles, en la que consideré oportuno, finalmente, y tras varias pruebas, prescindir de la configuración mediante carillas, y sustituirla por una maciza, más usual dentro del mundo cofrade. De este modo, la panza está compuesta al modo tradicional, mediante una sucesión de molduras cóncavas y convexas, lisas y ornamentadas. Nuevamente, los motivos de la ornamentación son clásicos: hojas de acanto, gallones, cartelas con medallones y ovas.

Estos faroles iban a ser estrenados el Viernes Santo de 2017. Por desgracia, tras más de un año de retraso por parte del orfebre designado para su ejecución, la Hermandad hizo público que, por diferentes cuestiones, el encargo no sería finalmente ejecutado. Por tanto, la hechura de estas nuevas piezas ha quedado paralizada hasta que la corporación pueda reconducir el proyecto, buscando un nuevo orfebre que se haga cargo de la ejecución del mismo.