Saya para la Virgen de los Portentos de Villalba del Rey (Cuenca)

Pasada la Semana Santa de 2016, la Hermandad de la Virgen de los Portentos, Patrona de la localidad conquense de Villalba del Rey, se puso en contacto conmigo a través de la persona de Francisco Javier Moraleja Izquierdo, gran cofrade y erudito de la estética de la Semana Santa, al que me une una estrecha amistad. La idea que se me transmite es la de realizar el diseño de una nueva saya para la Sagrada Imagen, en principio para que sea ejecutado en la técnica de pintura en tela, pero que se pueda bordar llegado el momento, si la corporación dispusiera de fondos para ello. El soporte de la pintura sería una saya de damasco color crudo de la que disponía la corporación, y a la que se quería dar mayor realce.

La Virgen de los Portentos es una imagen gloriosa de reducidas dimensiones, lo que me ha llevado a plantear una composición compacta y sin demasiadas complejidades, en la que los motivos tienen un buen tamaño y se presentan prácticamente exentos, casi sin enroscamientos, para que se puedan apreciar a la vista sin esfuerzo, y no aparezcan confusos, como ocurriría si se tratase de un dibujo a base de pequeñas formas, minucioso, enrevesado y lleno de tramas. A esta idea ha contribuido también el propio soporte textil, un damasco cuyo dibujo presenta bastante relieve, lo que exige disponer los motivos pintados cubriendo la trama del tejido, y que éstos tengan el tamaño para poder hacerlo, de manera que dicha trama no acabe alterando visualmente la composición que se pinta encima. Finalmente, la técnica elegida, de pintura en tela, ha sido también un factor que he tenido muy en cuenta, pues no se puede diseñar igual para el bordado que para la pintura. En cualquier caso, sí tenía claro que quería una saya vistosa, colorista y alegre, como corresponde no solamente a una Virgen gloriosa, sino a la Patrona de una localidad, cuya festividad es la celebración por excelencia de su pueblo y sus gentes.

El resultado es una saya elegante pero alegre y llamativa, clara, concisa y rotunda. El dibujo es sencillo, y está compuesto como un ramillete cuya rama central, recta y marcando el eje de simetría de la pieza, parte de una hoja de acanto situada en la base y se corona con una crátera o maceta de la que rebosan hojas y flores en tonos dorados y malvas. Las dos ramas laterales están formadas por zarcillos de gruesos y carnosos acantos enroscados, anudados al eje central por una anilla, y de los que parten sendas cornucopias, de manera que estas ramas laterales forman dos “eses” que flanquean el motivo central. Las cornucopias muestran una exuberante decoración vegetal a base de hojas en tonos verdes y flores rojas, azules y doradas. En los espacios que dejan libres los acantos y las cornucopias hacia la parte inferior de la saya, aparecen guirnaldas de tres flores doradas cada una, engarzadas en lazadas de cintas azules, de manera que las flores centrales, más gruesas, están orladas de hojas de color verde. Finalmente, ya en la parte superior de la pieza, del jarrón central nace un ramo de azucenas blancas, pensadas para ser pintadas en plata, con hojas en verde, sobre el que figura una filacteria en la que se puede leer la leyenda “MEDIATRIX OMNIUM GRATIARUM”.

Pero este dibujo no solamente tiene una finalidad decorativa, puramente ornamental, sino que también es una composición iconográfica, repleta de símbolos marianos. Así, las azucenas que coronan toda la composición simbolizan la Purísima Concepción de María Santísima, y se ven complementadas por las lazadas azules que campean sobre el fondo, que es claro, por lo que se hace referencia, mediante este cromatismo, a los tradicionales colores inmaculistas. Por otro lado, los cuernos de la abundancia son símbolos de origen pagano que fueron asumidos por el cristianismo y que se asocian casi exclusivamente a la Virgen María para hacer referencia, específicamente, a su papel fundamental como intercesora de la Divina Gracia. En este sentido, las flores y frutas brotando de los cuernos de la abundancia son vistas a veces como símbolo de la propia concepción de Cristo, en quien se concentran todas las gracias; pero más claramente se asimilan como símbolos de la propia Gracia, del Amor de Dios, fruto espiritual que llega a los creyentes a través de la iluminación y de la intercesión de la Madre. Por eso, para reforzar esta simbología, se ha incluido la inscripción de la filacteria, que proclama en latín el título de “Redentora de Todas las Gracias” atribuido a la Santísima Virgen desde tiempos muy remotos y que se incluyó en la liturgia católica de forma insoslayable en 1921, bajo el pontificado de Benedicto XV.