
Este completo y ambicioso proyecto, el primero en el que he tenido que abordar el diseño integral de un paso, con todos sus elementos; fue un encargo de Pablo Muñoz Miranzo, Representante ante la Junta de Cofradías de la Venerable Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores y las Santas Marías, de Cuenca. Pablo se puso en contacto conmigo durante la Cuaresma del año 2019 para encomendarme la realización de lo que él mismo definió como “una propuesta personal y de futuro, lo más ambiciosa posible”, en la que quedase reflejada mi visión ideal sobre “cómo podría llegar a ser, en el futuro, el misterio de las Santas Marías”, partiendo, eso sí, del paso sobre el que actualmente desfila, el que esta joven corporación conquense adquiriese a la Muy Ilustre y Venerable Hermandad del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, de la misma ciudad.
Este proyecto fue entregado a su comitente durante el otoño de 2020. Éste ha procedido a donarlo, a título personal, a la Hermandad, con el fin de que quede integrado en su Patrimonio Artístico y se conserve y valore como una propuesta que, quién sabe, quizás podría acometerse en un futuro lejano, a muy largo plazo, si los hermanos que el día de mañana integren la corporación del Sábado Santo así lo considerasen oportuno. En estos momentos, sin embargo, y aún cuando el recibimiento de esta propuesta por parte de la Junta de Gobierno de la Hermandad ha sido muy bueno, parece claro que ésta no dispone de medios para lanzarse a tan ambicioso proyecto, como es normal, tratándose de una corporación recién creada. Pese a lo cual, esta propuesta ha servido como una primera toma de contacto que fructificará, Dios Mediante, en futuros proyectos, esta vez sí factibles a corto y medio plazo, especialmente una segunda propuesta, en este caso encaminada al rediseño y ornamentación de las andas actuales, que no requiera una intervención tan compleja como la que este proyecto proponía.
Descripción de la propuesta
El principal objetivo que me marqué a la hora de abordar el presente proyecto, siempre teniendo en cuenta la necesidad de partir de las andas actuales, fue el de dotar al misterio de las Santas Marías de una identidad estética propia, reconocible y diferenciada, tanto del resto de pasos de la Semana Santa conquense como, y esto es sumamente importante, del paso que es ahora. Darle al conjunto una imagen que en la calle resultase impactante y atrayente, que llamase la atención, despertando en el público, cada Sábado Santo, el asombro y la sorpresa, la admiración y el respeto, la necesidad de acercarse a Nuestra Señora de los Dolores, de disfrutar de su contemplación. Aparte de este objetivo, que podríamos definir como básico, establecí cuatro más específicos, que configuran las líneas maestras de toda la propuesta, y son los siguientes:
- Estética historicista. Para combatir la relativa novedad que supone la presencia en de este recién incorporado paso en la Semana Santa de Cuenca, buscaba darle un aspecto de raigambre, de antigüedad; que llevara al espectador a pensar que este paso podría haber estado siglos desfilando por las calles conquenses. Esto casa también con el estilo serio, de corte elegante, clásico, en definitiva, que la Hermandad ha querido imprimir a su salida procesional desde el principio.
- Inspiración conquense, por cuantoes el primer paso clara y directamente basado en algunas de las grandes obras de Arte que atesora la Santa Iglesia Catedral de Cuenca, sorprendentemente ignorada hasta la fecha como fuente de inspiración para el arte cofrade de la ciudad. Hay, por otra parte, otros referentes estéticos que no son conquenses, aunque están plenamente justificados.
- Profundidad litúrgica e iconográfica. En la línea de lo que ya planteó Antonio J. Dubé de Luque para el paso del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, y que es sumamente común ya en muchísimas ciudades de la España cofrade, pero, por desgracia, aún es infrecuente en Cuenca; el paso se concibe no sólo como peana que sostiene y muestra a las Sagradas Imágenes para su mejor contemplación, sino como auténtico retablo itinerante o altar en movimiento, en el que, durante la procesión, se está celebrando un rito.
- Potenciar la expresividad de las Sagradas Imágenes y el dramatismo del misterio. Todos los elementos del diseño se han puesto al servicio del misterio que forman Nuestra Señora de los Dolores y las Santas Marías. No sólo es que le sirvan de marco, de aderezo o adorno, sino que lo complementan, lo refuerzan y lo realzan. De ahí que, junto con el diseño de las andas, se haya planteado una propuesta integral, que también abarca la configuración del misterio.
El resultado de la labor de diseño, guiada en todo momento por las líneas que se acaban de explicar, es un paso de aire clásico y elegante, con un marcado equilibrio entre el barroquismo y el clasicismo, realizado en madera tallada y barnizada, con partes cubiertas con pan de oro envejecido, que ofrece tonos broncíneos, y piezas de orfebrería realizadas en bronce dorado. Todo ello fruto de una inspiración que apunta hacia el tránsito del último Renacimiento español hacia un primer Barroco de ecos herrerianos, propio del entorno de la corte de Madrid, al que pertenecía Cuenca, menos agitado y abigarrado de lo que este estilo llegaría a ser con el paso del tiempo. En lo estructural, el paso mantiene intacta su base, pero altera su composición en altura, de modo que ya no presentará tres niveles, sino solamente dos: basamento y canasto.

El basamento de las andas presenta unos volúmenes sencillos. Se ha respetado casi íntegramente el juego de molduras original, proponiéndose que sean talladas para presentar decoración de sogas, perlas y hojas de acanto. Solamente se añade, como remate superior, una moldura de ovas que sujeta un listel. En el centro de cada uno de los lados, que se presenta ligeramente rehundido frente a las esquinas, aparece un amplio panel con decoración vegetal calada, compuesta por carnosas hojas de acanto y flores de diversas clases que brotan de ellas. En el centro de cada uno de los lados se mostrará, dentro de una cartela, un medallón de orfebrería con un escudo diferente: en el frontal, el de la Hermandad; en el lateral derecho, el de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna, que apoyó decisivamente la fundación de la corporación del Sábado Santo; en el lateral izquierdo, el de la Muy Ilustre y Venerable Hermandad del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, como antigua propietaria de las andas; y finalmente, en la trasera del paso, el escudo de D. José María Yanguas Sanz como Obispo que erigió canónicamente la corporación. En los cajeados salientes que se forman en las esquinas, flanqueados por unas características costillas de perfiles mixtos, aparecen unas cartelas de orfebrería rectangulares con motivos alusivos a las Letanías de la Santísima Virgen o Letanías Lauretanas.

El canasto presenta, en su desarrollo vertical, un característico perfil de urna o de arca, aunque bastante suavizado por la necesidad de abrir la superficie del paso para que quepan las Sagradas Imágenes. Así pues, presenta un perfil abombado, resuelto con tres fajas horizontales, siendo la inferior y superior cóncavas y muy estrechas, y conteniendo entre ellas una intermedia muy amplia en forma de panza. Esta estructura se apoya en su parte baja en una moldura de acantos y ovas, cerrándose, en su parte superior, por un característico cornisamento que recuerda también al remate de muchas arcas relicarios, arcas funerarias o a las Arcas del Jueves Santo de la tradición litúrgica española. En su desarrollo horizontal, el canasto presenta un perfil bastante más animado que el del basamento, por cuanto muestra en cada una de sus caras entrantes y salientes que le dan un ritmo y un dinamismo muy considerable. Los salientes coinciden con el centro de cada una de las caras, así como con las esquinas, que están rebajadas en forma de chaflán curvo. En esas partes figuran unos amplios mascarones en forma de cartelas, que en el centro de cada lateral presentan como remate un frontón partido y curvo que no aparece en los de las esquinas, para dejar espacio a los candelabros. Cada uno de estos mascarones alberga una cartela de metal repujado con una representación de uno de los Siete Dolores de la Santísima Virgen, que aluden a la advocación de la Sagrada Imagen Titular de la corporación, así como una octava que muestra la Resurrección de Cristo.
El paso es muy luminoso, pues está alumbrado por 50 puntos de luz. Presenta cuatro vistosos y elegantes candelabros en las esquinas, de perfil regular, al modo de los candelabros renacentistas, con 9 puntos de luz, así como 3 puntos en cada uno de los laterales y otros 8 puntos de luz más sobre el basamento, ocupando los entrantes del canasto. Cabe destacar, en este apartado, la alternancia de tulipas de forma y tamaño ordinarios con otras de mayor tamaño llamadas fanales, tulipones o guardabrisones, que no sólo son más grandes, sino que también presentan una corona formada por cuatro sencillos imperiales que confluyen en una perilla central. Hay que decir que este no es un elemento extraño o foráneo, sino un objeto perdido de los pasos procesionales conquenses, que aparece en varias fotografías antiguas de la Semana Santa anterior a la Guerra Civil, pero que no fue incorporado a las andas que se realizaron después de 1940, motivo por el cual acabó cayendo en el olvido.

Referentes estéticos
La propuesta estética que planteo se apoya en una serie de referentes que constituyen mis fuentes de inspiración fundamentales a la hora de diseñar y que, al mismo tiempo, dotan al conjunto, precisamente, de ese carácter historicista que se planteaba como uno de los objetivos primordiales del proyecto. Muchos de los elementos del diseño recuerdan poderosamente a algunos de los que vemos en el Altar de Santa Ana de la Catedral de Cuenca. El retablo, fechado en 1652, muestra un estilo transicional entre el gusto herreriano y el barroquismo pleno, algo habitual en la retablística del foco cortesano, al que Cuenca, como dijimos, pertenecía por proximidad, en esas fechas.


Explorando, pues, como vía estilística, el estilo herreriano y su posterior proyección en el barroco cortesano, encontré también en la Catedral la inspiración para el trazado del canasto o segundo cuerpo de las andas, que inicié fijándome en las urnas relicarios que se encuentran en su Sacristía Mayor. Efectivamente, muestran estos objetos una de las morfologías más frecuentes entre los recipientes destinados a contener reliquias de santos durante la segunda mitad del siglo XVI y todo el XVII. Esta forma aparece también, con bastante frecuencia, en las arcas eucarísticas o Arcas del Jueves Santo. Esta misma morfología se usó, precisamente, en las urnas funerarias del Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial, espectacular sepulcro regio construido entre 1617 y 1654 siguiendo un diseño realizado por el gran arquitecto conquense Juan Gómez de Mora, discípulo de Juan de Herrera, partiendo de las trazas parciales originales de Juan Bautista Crescenzi. Así, una vez tuve claro que el canasto de las andas adoptaría, en la medida de lo posible, una forma de urna o arca, decidí inspirarme en este soberbio monumento, por cuanto concordaba absolutamente con el referente estético original del que había partido. La influencia de los sepulcros reales del Escorial se aprecia, especialmente, en los mascarones que se sitúan en el centro de cada cara del canasto y en las cuatro esquinas del mismo, así como en la combinación de madera con tonos broncíneos para el acabado de las andas, que recuerda al particular cromatismo de la decoración del regio emterramiento.
A ello también contribuyó el afortunadísimo hallazgo durante un viaje, en la localidad de Pastrana, de uno de los tres únicos ajuares litúrgicos funerarios de carácter nobiliario que se conservan en el mundo, del que desconocía su existencia, y que ha determinado también poderosamente la forma de los elementos de iluminación del paso. Se trata del ajuar funerario realizado para las exequias de Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, Princesa de Éboli, en 1592, compuesto por gran cantidad de objetos litúrgicos —candeleros, atriles, sacras, incensarios, navetas, ciriales, varas y pértigas y hasta una cruz de altar que se convierte en cruz alzada— realizados en madera de ébano en su color y pan de oro patinado sin apenas motivos ornamentales. Se trata de un ajuar litúrgico elegantísimo, exquisito y sumamente hermoso, que demuestra que no siempre la carencia de adorno resulta anodina en una pieza cualquiera, si ésta tiene un diseño elegante y un trazado armonioso.


Programa iconográfico y reforma del misterio
Como ya se ha señalado, el presente proyecto es una propuesta de reforma integral y, por tanto, no se circunscribe únicamente al diseño de las andas, aunque ésta sea su aportación principal. En este sentido, cabe destacar que mi propuesta estética incluye una nueva configuración del misterio que forman Nuestra Señora de los Dolores y las Santas Marías, con el cambio de la disposición de las mismas y la inclusión en el paso de una cruz desnuda. Esto entronca con el programa iconográfico y simbólico que he planteado, y que pretende ahonde en la doctrina mariológica de la mediación universal de la Santísima Virgen, que es copartícipe de la Pasión, por cuanto en Ella se reflejan el sufrimiento y el dolor del Hijo, que Ella padece en sus propias carnes, lo que la convierte en cooperadora fundamental en la obra del Salvador. Idea plasmada, de manera sumamente gráfica, en la máxima atribuida al santo francés San Luis María Grignion de Monfort (1643-1716), “A JESÚS POR MARÍA”, que yo he usado como base para plantear el mencionado programa iconográfico.
Éste arranca en el basamento de las andas. Nótese que, de esta forma, el sentido más correcto de leer el discurso del paso es ascendente, lo que remarca la idea de que la Fe, partiendo desde la intuición y enriqueciéndose de la comprensión, nos eleva hacia Dios. En este primer nivel vemos, no por casualidad, exclusivamente motivos marianos. En este caso, las cartelas que figuran en los cajeados exteriores de cada lateral del paso nos muestran diferentes imágenes extraídas de las Letanías Lauretanas, un conjunto de breves invocaciones que, juntas, componen una de las formas más antiguas y hermosas de rezar y alabar a la Santísima Virgen. Esto representa el hecho de que, al proclamar que Santa María es, en efecto, la Mediadora de todas las Gracias y nuestra intercesora ante Jesucristo, y ante Dios, Nuestro Señor; la devoción mariana, en este caso centrada en la veneración de Nuestra Señora de los Dolores, conforma el cimiento sólido de la Fe de sus hermanos y devotos.
Como no podría ser de otra forma, dada la advocación de la Imagen Titular de la corporación, tienen un protagonismo especial dentro del programa iconográfico, dominando el segundo nivel de las andas, los Siete Dolores de la Santísima Virgen. Pero es que, además, hay una relación bastante estrecha entre éstos y la doctrina de la mediación universal, así como el papel de María como intercesora, corredentora y copartícipe de la Pasión. Desde el primer momento, el destino terrible que espera el Señor, necesario para que la Vida imperecedera que Él simboliza triunfe sobre la muerte, es también el destino de la Madre. Donde y cuando Él sufra, Ella sufrirá también. Y así, en una plasmación especular de ese papel vehicular que Santa María tiene, y que estamos resaltando en todo momento, el dolor que padeció Cristo llega a nosotros y entra en nuestro corazón a través del dolor de su Bendita Madre, que cualquiera puede entender, pues no hay mayor dolor ni pérdida más profunda que la de una madre que ve sufrir y, finalmente, morir a su hijo.
Pero el programa iconográfico que termina en los Siete Dolores, pese a que éstos ocupen una posición predominante dentro del mismo. Es necesario, si no obligatorio, extender el relato más allá, para así abarcar el que es el misterio más importante del cristianismo, aquel que se conmemora en la Vigilia Pascual y que da sentido a todo aquello en lo que creemos los cristianos: la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Es más, ésta debe ser no sólo la continuación, sino más bien la culminación de este relato, pues sólo de esa manera se puede materializar de manera clara, rotunda, sin ambages, la máxima que hemos tomado como referencia para la elaboración del programa iconográfico: A JESÚS POR MARÍA. Por eso la última cartela del canasto, la que ocuparía el centro de la trasera del paso, está pensada para mostrar a Jesús Resucitado abandonando el Santo Sepulcro.
Y por eso también se ha propuesto la inclusión de la Santa Cruz en el misterio, aludiendo así a la doctrina cristológica que sostiene que Jesucristo es el Leño Verde y que, al morir en la cruz, que era un instrumento de tortura, de violencia, salvajismo, brutalidad y muerte, la convierte en un nuevo símbolo de signo opuesto, en el nuevo Árbol de la Vida. De ahí que se proponga no una cruz de tablones, recta, sino una cruz arbórea. Y, de hecho, una en la que la corteza se abre dejando ver la madera clara, que aún conserva un rastro de frescura, un poso de vida. Por otro lado, esto da sentido a la idea original de la Hermandad de rendir culto a la Santa Cruz, que se convierte así en la culminación de todo el programa simbólico del paso, papel que queda reforzado por su posición en el mismo, determinada por la mejor disposición posible desde el punto de vista compositivo y escénico, pero que en este caso haría que ese Leño Verde, ese nuevo Árbol de la Vida, quedase justamente encima de la cartela que muestra la escena de la Resurrección.