Estandarte de difuntos para la Hermandad de Jesús Nazareno «del Puente» (Cuenca)

Este diseño, que ocupa un lugar muy especial entre todos los que he realizado, es el resultado de uno de los proyectos más atrayentes, interesantes y motivadores en los que me he visto involucrado: la creación de un nuevo tipo de insignia para la Semana Santa de Cuenca. He de decir que la idea de crear un enser que rindiera homenaje, dentro y fuera del cortejo, a los hermanos difuntos, en este caso de la Muy Antigua y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno (del Puente) no es mía, sino de mi grandísimo amigo Jorge Moreno Díaz que, en el transcurso de una de esas conversaciones interminables sobre temas “semanasanteros” —como se dice en la ciudad del Júcar— que tanto nos gusta mantener a los cofrades, al comentarle yo que me parecía muy bonita la ancestral costumbre conquense de que las hermandades y cofradías presenten alguna insignia al funeral de un hermano difunto cuya familia lo solicita, tuvo la brillante ocurrencia. “Lo que habría que hacer”, dijo, pensando en voz alta, “es un estandarte o algo parecido que cumpliese con esa función y que también saliese en procesión el Jueves Santo”. Rápidamente, nos dimos cuenta de que en ese comentario estaba el germen de algo nunca visto, de una insignia nueva, original e inexistente hasta la fecha. Inmediatamente, nos pusimos manos a la obra, Jorge como promotor de la idea en el seno de su Hermandad, a cuya Junta de Gobierno pertenece; y yo dando forma a esta primera insignia de difuntos de la Semana Santa conquense.

Para no optar por un formato desconocido en la ciudad, así como para mantener esta nueva insignia dentro de la identidad estilística de la corporación, optamos por el formato tradicional del estandarte. Como la Hermandad ya cuenta con dos estandartes muy característicos diseñados por Francisco León Meler, a quien se debe su característica personalidad estética actual, decidí tomarlos como referente a la hora de empezar a componer el dibujo. Así, la estructura sobre la que se levanta el diseño es la misma que la de dichas piezas: un estandarte de dos puntas y lados rectos, con una región central en forma de triángulo invertido en la que figura una inscripción y que contiene motivos de carácter arquitectónico; flanqueada por dos regiones dispuestas a ambos lados, de forma espejada, en las que se dispone la ornamentación. Con esta medida pretendía integrar el nuevo estandarte con los anteriores, manteniendo cierta homogeneidad y coherencia en las insignias de la misma clase y reforzando, de esta manera, la personalidad estética de la Hermandad en la calle. A partir de ahí, el diseño busca nuevos efectos para remarcar el carácter único y especial de esta nueva insignia, así como su importante significado.

Para empezar, decidí potenciar la región central del dibujo, remarcando al mismo tiempo su carácter arquitectónico, por medio de un rompimiento del borde superior del estandarte, de manera que ésta se eleva sobre el resto de la pieza, haciendo que la cornisa superior funcione como remata de la misma. Además, la zona central está claramente delimitada, trazada como una típica placa de las que se introducían en las pilastras y los cornisamentos de los retablos barrocos, y que tenían también esa forma de triángulo invertido. El perfil es sinuoso, y se compone de escaleras mixtilíneas que terminan en roleos y hojas de acanto. Todo ello enmarca y resalta una zona interior bordada sobre malla y salpicada por finos caracolillos que llenan esta región central pero no le dan un aspecto abigarrado, como sí hubieran hecho, por ejemplo, los típicos tallos de acantos que se suelen introducir en estas composiciones. Dentro de esta composición, en su zona superior y más amplia, figura una gran cartela rectangular con la inscripción “YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA” (Juan 14:6). Bajo ella campea el escudo de la Hermandad, en oro. Por encima y por debajo de estos dos elementos, dos motivos vegetales muy sucintos contribuyen a cerrar y equilibrar el conjunto.

Para la región exterior, en lugar de disponer una decoración que cubriese toda la tela, dado el carácter y la temática de la insignia, opté por un aspecto más sobrio, serio, elegante y clásico. Por ello dejé respirar la tela, acercando este estandarte a algunos ejemplos clásicos de estandartes de los siglos XVII y XVIII, que solían presentar un motivo central y una cenefa perimetral, dejando la parte interna de la pieza libre de bordado. La cenefa está enmarcada por dos galones de muestra armada, y se compone de roleos, ovas y hojas de acanto que se encadenan y sólo rompen su continuidad en las dos puntas, donde una escueta composición de estos mismos elementos salva la forma de las mismas. Éstas se rematan con dos borlas de tocón, también llamadas catedralicias, sumamente clásicas y sobrias. Todas estas referencias visuales a lo clásico no son, obviamente, casuales, sino que pretenden que esta insignia sea un canto a la historia, al acervo de la Hermandad y, en este sentido, un homenaje a todas las personas que han pasado por ella y han hecho posible que llegue hasta nuestros días. Esto es, un tributo a los hermanos difuntos.

En esta misma línea se circunscribe el estilo del bordado pues, si bien es cierto que la región central, por sus perfiles sinuosos y el uso de la malla, remite al estilo conocido como juanmanuelino, el referente más claro del trazado ornamental es el bordado español del siglo XVI y, más concretamente, algunas de las más hermosas piezas de este género salidas de los talleres que en aquella época trabajaban en la Corona de Castilla, especialmente en torno a la Sede Primada de Toledo. Así, tanto la cartela que contiene la inscripción como el remate inferior de la región central remiten a una pieza, hoy conservada en el Museo Diocesano de Sigüenza, considerada como una de las grandes joyas del bordado en oro de aquella época: la casulla del Cardenal Mendoza. Por su parte, la cenefa exterior reproduce motivos muy usados en casullas, dalmáticas, capas pluviales y otras piezas de la misma época. Se pueden encontrar cenefas muy similares en piezas de la Catedral de Toledo, del Museo Nacional de Artes Decorativas, e incluso del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, que posee una espectacular colección de bordado español de los siglos XVI y XVII, en algunas de cuyas piezas me he basado para el diseño de este estandarte.

La Junta de Gobierno de la Hermandad decidió solicitar otros dos diseños para este nuevo concepto de insignia, de manera que los tres proyectos fueron presentados a la Junta General de esta histórica corporación del Jueves Santo conquense el 14 de abril de 2018. En una votación muy ajustada, los hermanos decidieron decantarse por otro diseño, por lo que éste no resultó aprobado y quedó descartado. A pesar de todo, éste es un diseño del que estoy sumamente orgulloso y en el que, por añadidura, puse todo mi corazón, la máxima implicación y una gran dosis de estudio y trabajo. Por eso he optado por no condenarlo al olvido y permitir que vea la luz y sea conocido.

Por otra parte, publicar este diseño es también una forma de dar las gracias, de todo corazón, a Jorge Moreno Díaz no solamente por haber creído en mí desde que decidiera dedicarme a esta labor, a veces sumamente satisfactoria y a veces tremendamente ingrata, del diseño cofrade; no solamente por haber defendido esta obra una y mil veces y haberse dejado la piel para que saliese adelante, hasta el último momento; sino sobre todo y especialmente, por la amistad con la que día a día me regala, que viene desde la más tierna juventud y que es para mí infinitamente más valiosa e importante que el hecho de que un diseño vea la luz o no lo haga. Esta obra es para mí un símbolo de esa amistad, un tributo a la misma y a la pasión compartida por nuestra Semana Santa, y sólo por eso merecía la pena quedar recogido en esta humilde muestra de mi obra que voy componiendo en internet.