Diadema para Paula Orfebres

En el año 2018, tras una primera colaboración, recibí un segundo encargo por parte del prestigioso obrador lucentino de Paula Orfebres: la ejecución de un diseño de diadema para dolorosa con la intención inicial de disponer de un diseño de autor, exclusivo, dentro de su catálogo, del que se pudieran llevar a cabo algunas reproducciones muy contadas. De este modo, a fin de poder satisfacer los requerimientos de distintos tipos de clientes y poder amoldarse a dolorosas muy diferentes, el diseño debía manifestar un compromiso entre clasicismo y modernidad dentro de este tipo de piezas. El encargo fue muy importante para mí, pues se trataba de la primera presea que dibujaba, y es la primera diadema que he tenido ocasión de diseñar hasta la fecha.

La diadema, de forma circular levemente aumentada, presenta una estructura muy clásica, con dos secciones bien diferenciadas: el cuerpo, hacia el interior de la pieza, donde se dispone la trama ornamental; y la aureola o resplandor, que se extiende en el exterior de la pieza. Las estrellas, sin embargo, no tienen una disposición tradicional, rematando las puntas de las ráfagas que forman el resplandor, sino que se integran en la ornamentación del cuerpo de la presea, formando una banda de casetones que sirve de transición entre la decoración vegetal interna y el propio resplandor externo.

Así, sobre un límite interior en forma de roleo con un sogueado, en el centro de la pieza se levanta una cartela ovalada, rematada en su parte superior por un cornisamento quebrado, en cuyo campo se ha incluido un anagrama Ave María, dando opción a que pueda ser sustituido, por ejemplo, por el escudo de la corporación comitente, llegado el caso. Desde esta cartela central, hacia ambos lados de la misma discurre la decoración vegetal calada, formada por carnosas hojas de acanto de las que brotan diversas flores, entre las que predominan las azucenas, símbolo de la pureza virginal de la Santísima Virgen. El número total de flores que aparecen en esta decoración vegetal es de doce, cifra ésta de gran carga simbólica dentro del cristianismo, que alude a la perfección, a la virtud en su forma más pura. Rodeando esta trama vegetal se dispone una banda o faja de casetones, también calados, limitados en su parte inferior por una moldura compuesta por roleos mixtilíneos, y en su parte superior por una estructura de piñones quebrados que se enfrentan entre sí. Los casetones son doce en total, seis en cada lado de la presea, y dentro de ellos albergan las doce estrellas clásicas de este tipo de piezas, alusivas a la visión apocalíptica del Apóstol San Juan. En este caso, las estrellas están formadas por ocho puntas rectas y ocho puntas flamígeras alternas.

Del remate de cada casetón parten las ráfagas, que son tripartitas, en alusión al dogma trinitario, y están formadas por unos clásicos rayos biselados. Estas ráfagas son tanto más pequeñas cuanto más exteriores son, lo que da la forma circular, de aura, a la diadema. Entre cada uno de estos conjuntos de ráfagas biseladas encontramos unos sinuosos rayos flamígeros, también más pequeños cuanto más exteriores son. Finalmente, en el centro de la pieza, arrancando de la estructura de piñones, se yergue en el centro de la presea una clásica cruz formada por hojas de acanto acogidas por roleos, y que también presenta resplandores de puntas rectas y rayos flamígeros.

Esta diadema fue finalmente realizada por Paula Orfebres en plata de ley en su color para la Sagrada Imagen de Nuestra Señora de los Dolores y Esperanza, de Alcalá de Henares (Madrid). Se trata de una preciosa dolorosa, obra del prestigioso imaginero sevillano, tristemente fallecido en fechas recientes, Luis Álvarez Duarte, propiedad del complutense Convento de Carmelitas Descalzas de la Concepción, en cuya clausura permanece.